Según la Convención sobre los Humedales (Ramsar 1971) se define al término humedal como “las extensiones de marismas, pantanos y turberas o superficies cubiertas de aguas, sean éstas de régimen natural o artificial, permanentes o temporarias, estancadas o corrientes, dulces, salobres o saladas, incluyendo las extensiones de aguas marinas cuya profundidad en marea baja no exceda los seis metros”.

A partir de una privilegiada distribución geográfica de las cuencas de la vertiente atlántica de los Andes, la región árida norpatagónica posee una gran cantidad de cuerpos de agua y valles fluviales en un contexto muy árido. Estas comprenden unas de las principales fuentes de agua, recursos energéticos y riego para el desarrollo de la economía de la provincia y la región, entre otros beneficios. También comprenden una fuente de biodiversidad, regulación biogeofísica de nutrientes y provisión de agua. Esta dimensión de diversidad de paisajes como mosaicos y corredores de humedales en la región árida, configura ecosistemas (de humedales) dentro de otros ecosistemas (de la estepa árida patagónica).

Por eso existen lagunas, valles y mallines vitales para la biodiversidad, la vida y la cultura de sus habitantes. A su vez poseen una historia ecológica que comprende más de un siglo de transformaciones, especialmente desde la instalación del hombre blanco a fines del siglo XIX. De esta manera se inician procesos de cambio originados por múltiples factores como la ganadería trashumante, la agricultura, la invasión de especies exóticas y más recientemente el cambio climático.