lunes, noviembre 25, 2024

El progreso y sus “bemoles”: calibrar la trascendencia del Patrimonio Arquitectónico

*Escribe: Prof. Inés Lagos, docente jubilada de la Escuela N° 3 de Zapala
El efecto de la globalización se ha intensificado de manera espectacular durante los últimos tiempos. Su influencia sobre aspectos como la economía, la política, las comunicaciones, entre otros, ha sido reciente pero recurrentemente considerada. Sin embargo, su trascendencia sobre el Patrimonio Histórico aún no se ha calibrado en su justa medida, a pesar de que su incidencia ha sido tal que está transformando todos los conceptos y criterios tradicionales sobre la conservación. Tal es así, que se comienza a percibir de manera expresivamente reveladora, que la naturaleza del Patrimonio Histórico no aparece ligada tanto al pasado como al lugar, a la identidad. El tipo de construcciones tradicionales pasa a tener no sólo un valor material, del que por sí han gozado a lo largo de la historia, sino que va revistiéndose progresivamente de un valor cultural al referirse a testimonios cada vez más valiosos, por escasos, de grupos de personas ya inexistentes y que hablaban de la especificidad del lugar, del territorio, del país. No es ajena a esto la reflexión, que subconsciente o conscientemente, han realizado los países más desarrollados en torno a su legado histórico e incluso a la difusión del concepto de patrimonio con la potencia que ha tenido en los últimos tiempos. Esta valoración tan alta hubiera sido imposible, y de hecho lo fue, en épocas pasadas en las que los modos tradicionales de construcción mantenían aún vigentes sus resortes de reproducción. En el momento actual, y sobre todo en lo referente a los conjuntos históricos y a la arquitectura en relación con el territorio, no es el pasado lo que se intenta preservar, sino que es un reflejo cultural de la diversidad, del lugar, de lo autóctono, que hoy es en gran medida irreproducible.
(Benito Martín, Félix)
Nuestra centenaria ciudad de Zapala, poco a poco ha ido mutando su paisaje agreste pero rico y diverso de estepa patagónica… los neneos, zampas y chupasangre resignaron su espacio para dar lugar al cemento. El Progreso avanza, pero dónde queda aquello que nos ha dado la identidad, esa identidad histórico-cultural que caracteriza a cada localidad de la provincia.
Me preocupa enormemente que no se socialice con la ciudadanía un plan de conservación de lo “arquitectónicamente viejo”. Si lo hay, no está muy claro.
La vieja estación de ferrocarril resiste, pero cada vez con menos estructuras originales del aquel glorioso tiempo cuando todo era bullicio y movimiento palpable de un momento histórico del país. Para el aniversario de la Radio Municipal pintaron y acomodaron el lugar, pensé que avanzarían al depósito que se encuentra al lado, pero no, hasta allí quedó la “lavada de cara”. Estilos arquitectónicos que desaparecen entre ladrillos gastados, yuyos y humedad.


La Necrópolis local, abarrotada de nuevas construcciones, derrumba lo antiguo y avanza con el nuevo estilo minimalista.
Días atrás me acerqué a conversar con un referente de la administración del Cementerio porque están cambiando los accesos con portones de hierro muy lindos, pero mi inquietud estaba en consultar sobre la historia de la vieja entrada de piedras que da a la calle Avellaneda, ¿quién la construyó, en qué año, hay información al respecto? Creo que vale la pena dejar algún tipo de constancia de qué había antes de ese portón de hierro que va a quedar como señal de la actual gestión. No me pudo dar información al respecto. Sólo quedó claro que se va derrumbar.


Poco va quedando de la histórica vereda de Piedra Laja de la vieja y Centenaria Escuela Primaria N° 3 Teniente Luis C. Candelaria, otro símbolo de un momento histórico de la ciudad.
Restos paleontológicos que a fines de la década del ’90 y albores del nuevo milenio, llevaron a la Profesora de Plástica Unchala Elena Noemí, en forma conjunta con el Museo local, a elaborar un proyecto para declarar como material digno de protección y cuidado las improntas de fósiles de amonites en las piedras que son, mejor dicho “eran” parte de la citada vereda.


Cada uno de estos espacios y otros tantos, que seguramente están pasando por la misma situación, son espacios que comparten la peculiaridad de haber sido elaborados por el ser humano, creados con un fin determinado y planificado. Las piedras nos hablan y los edificios respiran vida de las personas que han pasado por ahí.
¿Pero quién cuida del patrimonio histórico-cultural? el primer responsable directo debe ser el Estado, acompañado de las instituciones, juntos deben salvaguardar el Patrimonio histórico de todas las personas.

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