Despierta el bosque. Las aguas del lago ocultan su mansedumbre matinal bajo una capa de neblina que, arriada por los primeros rayos del sol otoñal, descuida su cuna de escarcha para despertarse en nubes.
La rutina es muy simple: prender la cocina económica, poner la pava, darle pasto al caballo, encender el grupo electrógeno y volver mate en mano a tiempo para atender el turno de radio.
Una bocanada de aire helado escapa de la boca, y el silencio es el cómplice perfecto para amanecidas ensoñaciones.
En un armario de la oficina se acumulan carpetas de pretendida organización institucional: “radios recibidos”, “radios enviados”, “pobladores”, “notificaciones y pastajes”, “actas de infracción”, “novedades” y “notas” dan cuenta del quehacer cotidiano del Guardaparque.
Sobre el escritorio, el enorme equipo de radio con perillas al frente, aquejado de un carraspeo valvular crónico; la máquina de escribir, y la libreta negra para anotaciones en recorrida, del tamaño de un bolsillo de chaquetilla. En un rincón el perchero sostiene el morral de cuero con formularios varios, carbónicos y papel copia; un sombrero ajado y el abrigo interior de la campera.
En las paredes aroma a guisos demorados, pan casero y chimeneas tapadas que devolvían el humo a los ambientes.
Un operador, del otro lado del agudo chisporroteo, entrecorta su voz convocando al personal desde la primera seccional del Parque, de arriba para abajo. Hay tiempo para renovar el mate, echarle unos palitos al fuego, y caminando sobre cueros de chivo y alfombras tejidas cerrar las puertas de los cuartos para que no se escape el calor.
Es momento de informar actividades planificadas, estado del tiempo y caminos, y a cambio recibir directivas en forma de concisos mensajes jerárquicos o administrativos.
Una diuca golpea su fragilidad contra los vidrios de la ventana.
En la soledad y entre los reflejos del sol entre el follaje, un nuevo día celebra la renovada libertad de las buenas elecciones.
*Parque Nacional Lanín
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Diario Digital -Zapala-