El cóndor es una especie emblemática de Sudamérica. Se lo encuentra a lo largo de toda la Cordillera de los Andes, desde Venezuela hasta Tierra del Fuego.
Esta especie, de grandes dimensiones, puede medir entre ambos extremos de las alas extendidas más de 3,2 metros, pesar entre 12 y 15 kilos y medir aproximadamente 1,40 metros de altura; las hembras son algo menores.
Tanto los machos como las hembras adultas poseen un notable collar blanco alrededor del cuello. Los machos poseen una gran cresta sobre su cabeza. Los adultos de ambos sexos son totalmente negros con una considerable mancha blanca en la parte superior del ala, muy visible cuando realizan giros en vuelo. A diferencia de esto, los ejemplares juveniles son amarronados.

El cóndor es un habitante de las alturas, aunque ocasionalmente desciende a las costas marítimas. Suelen descansar en acantilados, en salientes rocosos o en cuevas pequeñas, donde también nidifica.
El ciclo reproductivo del cóndor (incluido el cortejo, apareamiento, incubación y levante del polluelo hasta su emancipación) dura entre dos a tres años. La hembra pone generalmente un solo huevo color blanco, y es incubado por los dos miembros de la pareja y solo tienen una cría cada dos años
Es un ave más bien tímida y huidiza no preparada para la lucha ni para la caza ya que no cuenta con garras prensiles. Es un ave carroñera, o sea que come animales muertos.

El Cóndor Andino es considerado como una Especie de Vertebrados de Valor Especial en nuestro Parque Nacional ya que está catalogada como una especie cercana a la amenaza e incluida en CITES-I. Además, ha sido poco estudiada, desconociéndose aún hoy muchos aspectos de su biología. Por otro lado, es clave para el funcionamiento de nuestro ecosistema ya que, al alimentarse de cadáveres (carroñeros), recicla la materia en descomposición; o sea, como suele decirse comúnmente, son auténticos limpiadores.